Siento el impulso de tomar tus manos en signo de negar la desgracia de abandonar que me condena (las tazas de café a medio tomar, mis ganas de hacer que no llegan a ver la luz, tus labios con otros que ni a mí me importa), reprimo el impulso y sólo llego a rozar tus finos dedos de cemento y me sonríes, como si el contacto insulso valiera un hálito ínfimo de correspondencia. Caminas deslizándote quién sabe a dónde, desfasada del mundo. El apuro está ausente de tus ojos, no deseas llegar, comer, volar. La compatibilidad de aguas frías te resbala, prefieres el vapor y los sueños compartidos. Mi incertidumbre no deja de zumbarme alrededor, me aleja de ti como bala de cañón, oscurece el devenir con ausencias y hielo. Y tú, adivinándome, te acercas confidencial a mi oído y con tu aliento de caracol me dices: “yo también estoy muerta”.
jueves, 7 de octubre de 2010
viernes, 1 de octubre de 2010
Cacofonía literal #004
lunes, 27 de septiembre de 2010
Grupo Eterno S.A. - Cuento
La ociosa espada
sueña con sus batallas.
Otro es mi sueño.
J. L. Borges
El viejito que manejaba el cajero quedó libre para otorgar su primer lugar al siguiente en la fila, un hombre gordo y alto con uniforme naval. En la etiqueta de su nombre se leía: Capitán Izmo. Pero él sólo era ahora la cabeza de la serpiente formada por la seguidilla de humanos parados uno tras otro, que excedía ampliamente la caja de zapatos blanca que hacía de hall receptor del banco de tiempo de “Grupo Eterno S.A.”
Ferche analizaba el entorno minuciosamente, no quería perder detalle. Aparecía en su mente la madre postrada en un hospital, no cualquiera no, del mismo grupo que el banco.
Los pisos brillaban, las paredes tintineaban, la puerta doble de vidrio polarizado y la máquina de atención al cliente rompían con la secuencia de laca lustrada indefinidamente. En el techo asomaba una semiesfera observadora, último modelo en artículos de seguridad corporativa, ésta no se perdía de nada y, encima, se puede elegir cualquier ángulo de visión. Al lado de la puerta, el custodio, aparentemente el único personal humano de la sucursal, dormitaba sobre un banquito de cristal, con su flamante uniforme blanco-plateado con dos “N” repetidas a la altura del pecho y debajo de su nombre la firma estilizada de Grupo Eterno.
lunes, 20 de septiembre de 2010
Cacofonía literal #003
Encima, por encima de la cima, mis enzimas se hacinan en la encía sin más que la máxima exinanición.
jueves, 9 de septiembre de 2010
El adefesio y vos - Cuento
lunes, 30 de agosto de 2010
Mi novia analista de sistemas
miércoles, 25 de agosto de 2010
Cerrado por duelo - Cuento

Todos, supongo, conocen el año en que nacieron. Todos excepto yo. Y lo que es aún peor: siempre supe el año en que iba a morir.
Cuando digo “siempre” quiero expresar que lo sé desde que nací, que no sé cuando fue. No tengo ni una aproximación. Algunos me dan 40 años de edad, otros 24, ciertas personas me ven lento y senil. Disparidad de percepciones, incluso desde mi punto de vista. ¿Hace 30 años que me casé, sólo 5 o soy recién casado?