lunes, 29 de noviembre de 2010

El fin del mudo - Cuento

¡Hola, lector misterioso! Cuento, cuento. Esta vez el "El fin del mudo", no del mundo por el momento, sino el fin de un estado particular: la mudez. Ya sea Callando o gritando a más no poder, espero, disfrute.

«EL FIN DEL MUDO»

Jonás Guido Landi era mudo e infeliz. No siempre había sido así. Es que en ese momento estaba postrado en una silla de ruedas, doble incapacidad, debido a un accidente en la fábrica de cajas. Ser mudo, no tener voz propia característica, siquiera poder comunicarse con otros a través de palabras, gruñidos, onomatopeyas... Su cabalidad había superado cualquier barrera sí, hasta que un día se dejó estar.

¡Tiririri rín!- sonaba su campanita dorada desde la habitación llamando a su esposa Clara.

Nada. Al parecer la mujer no había vuelto de la farmacia, de su farmacia. Jonás la había construido con el sudor del esfuerzo, por culpa de eso ahora estaba así, en la silla de ruedas. Una caja armada que cae sobre la cabeza no es nada, pero a él lo alcanzó un palet cargado de un millón de cajas desarmadas. Y sobrevivió de milagro. Ahora, quería deshacer ese milagro.

viernes, 12 de noviembre de 2010

lunes, 1 de noviembre de 2010

El calor del invierno - Cuento

¡Hola, lector misterioso! Dejo un cuento por si ansía leer. En este caso, uno obscuro (sí, con "b") que relata una época abiertamente obscura de nuestra humanidad a través de la historia de una familia humilde. Tenga la luz prendida... Bueno, no para tanto. Lo cierto es que uno puede sentir el calor, ese calor que surge desde adentro, incluso en pleno invierno. Así y todo, espero, disfrute.

El calor del invierno

Para Saad, la madre, y sus hijos, Kii y Grant, las noches del martes, las tardes de los miércoles y las mañanas del jueves, servían para mantener ardiente la llama de la esperanza, dónde su padre pendenciero dejaba, sin saberlo, que sus sueños se entrelacen con las historias de la Sehrestra.

Oriundus era el esposo de Saad y padre de sus chicos, Señor para algunos pero no para mí, y creía firmemente que sus defectos no eran obstáculos a sus objetivos. Estaba en absoluto convencido de que los podría controlar a gusto más adelante. Era el líder de la familia Oriundus, no el sostén, puesto que a duras penas aportaba a la economía. Oriundus pensaba que nada cambiaría, mejor dicho, había pensado así, pero no supo que su familia había entrado al sopor que provoca el calor del invierno, el de la Sehrestra.