jueves, 7 de octubre de 2010

Igualdad de condiciones

Siento el impulso de tomar tus manos en signo de negar la desgracia de abandonar que me condena (las tazas de café a medio tomar, mis ganas de hacer que no llegan a ver la luz, tus labios con otros que ni a mí me importa), reprimo el impulso y sólo llego a rozar tus finos dedos de cemento y me sonríes, como si el contacto insulso valiera un hálito ínfimo de correspondencia. Caminas deslizándote quién sabe a dónde, desfasada del mundo. El apuro está ausente de tus ojos, no deseas llegar, comer, volar. La compatibilidad de aguas frías te resbala, prefieres el vapor y los sueños compartidos. Mi incertidumbre no deja de zumbarme alrededor, me aleja de ti como bala de cañón, oscurece el devenir con ausencias y hielo. Y tú, adivinándome, te acercas confidencial a mi oído y con tu aliento de caracol me dices: “yo también estoy muerta”.

1 comentario:

  1. Me había olvidado de este cuento, realmente está muy bueno

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